La siguiente información la extraímos de una publicación de la revista científica Discovery Salud:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la
Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) han decidido
-dadas las numerosas evidencias existentes- clasificar las radiaciones
electromagnéticas emitidas por los teléfonos móviles de “posiblemente
cancerígenos” reconociendo que su uso conlleva un mayor riesgo de tumores
cerebrales malignos –gliomas- por lo que recomiendan tomar medidas para reducir
al máximo su exposición, especialmente en el caso de los niños. Advertencia
ante la que de inmediato reaccionarían la Asociación Española contra el Cáncer
(AECC) y la Sociedad Española de Oncología para “tranquilizar” a los ciudadanos
y apoyar a las empresas de telefonía. Lamentable. La Asamblea del Consejo de
Europa, en cambio, ha aprobado un documento en el que se pide a todos los
gobiernos europeos la adopción de “medidas razonables” para reducir la
exposición a las radiaciones electromagnéticas de todos los aparatos que las
emiten: móviles, inalámbricos, antemas de telefonía, Wi-Fi, sistemas WLAN…
Las radiaciones electromagnéticas emitidas por
los teléfonos móviles han quedado incluidas en el llamado Grupo 2B en el que se
hallan los agentes “posiblemente cancerígenos”, es decir, aquellos de los que
se sospecha fundadamente que pueden provocar cáncer pero de los que no hay
“suficientes evidencias científicas”. Una decisión claramente política y no
científica porque a estas alturas la afirmación de que no está demostrado que
provoquen cáncer provoca la carcajada en cualquier persona medianamente
informada como nuestros lectores habituales bien saben ya que hemos publicado
numerosos textos sobre su peligrosidad en los últimos años. Claro que uno puede
optar por no leer lo que se ha publicado o por descalificar tan rápida como
gratuitamente la información difundida.
Un ejemplo claro es el de la patronal del
sector agrupado en laAsociación Internacional de la Industria de
Telecomunicaciones Inalámbricas (CTIA, por sus siglas en inglés) que intentó
infravalorar la decisión –importante a pesar de ser a todas luces insuficiente-
comparando las radiaciones electromagnéticas de los móviles con otros de los
agentes que integran ese mismo grupo clasificatorio. “La IARC–se burló el
vicepresidente de la CTIA, John Walls- ha dirigido numerosos estudios en el
pasado y ya otorgó esa misma calificación a los vegetales en escabeche y al
café”. Asumiendo así una defensa cerrada de los intereses económicos del sector
que intenta ante todo convencer a los usuarios de que no hay riesgo real
–aunque esté claro que existe- y que tiene además como objetivo disuadir de
presentar posibles demandas a quienes padezcan tumores cerebrales tras usar
esos teléfonos. Como igualmente se pretende evitar que las autoridades exijan a
la industria introducir en los teléfonos mecanismos neutralizadores de tales
radiaciones. Estrategia esta que le funcionó estupendamente a la industria del
tabaco ya que logró que durante décadas nadie aceptara que los cigarrillos
provocan cáncer -y otras muchas patologías- con el consabido “argumento” de
que“no se ha demostrado científicamente”. Porque, al igual que ahora, los miles
de estudios que probaban la relación causa-efecto se ignoraron o se denostaron
quitándoles la importancia que tenían.
En cuanto a la OMS sólo un iluso podía pensar
que iba a atreverse a emitir un comunicado alertando claramente del peligro
real de las radiaciones electromagnéticas. Primero, porque la industria se ha
ocupado de hacer creer a políticos, periodistas y público en general que de
verdad existe un debate científico sobre la peligrosidad de las mismas cuando
es absolutamente falso ya que lo que existe es un gran número de investigadores
independientes que afirman que está suficientemente demostrado y un grupito
pequeño pero influyente al que dan bombo los grandes medios de comunicación y
que está al servicio de la gran industria que dice lo que ésta les paga por
decir. Luego tal “debate” no existe. Y segundo, porque llevan años asegurando
que la peligrosidad no está demostrada y tener que reconocerlo ahora es un
“marrón” que nadie se quiere comer. En suma, la OMS ha actuado como se
esperaba: protegiendo a la industria aunque haya tenido que verse obligada al
menos a reconocer el peligro como algo potencial pero casi quimérico.
Nosotros lo venimos diciendo desde hace años
sin que los medios “serios” se hagan eco: son muchos los trabajos científicos
que han relacionado ya las radiaciones electromagnéticas con numerosas
patologías, no sólo con cáncer. Y los de la OMS y la IARC son sólo los últimos
pronunciamientos porque hay varios organismos internacionales que ya habían
alertado de ello. Otra cosa es que se oculte. De hecho muy pocos medios han
informado de que también ha alertado del problema la Asamblea del Consejo de
Europa. Sólo unos días antes había hecho un llamamiento a todos los gobiernos
paraque adopten medidas razonables “para reducir la exposición a campos electromagnéticos,
especialmente a las frecuencias de radio de los teléfonos móviles”.